miércoles, 22 de julio de 2015

Civilización & Barbarie

"¡Al fin se va a poder caminar tranquilo por la Av. Corrientes!"

Cuando una modificación se realiza en algún lugar de la Ciudad de Buenos Aires, no siempre gusta a todos. En el momento en que había visto que estaban ensanchando las veredas de la avenida Corrientes pensé: "al fin se va a poder caminar tranquilo por esta avenida del coño".

Esta no es la primera remodelación que se hace en la arteria porteña. Después de denominarse Calle del Sol en el siglo XVII, Calle San Nicolás (1738), Calle De Incháurregui (1808), en 1822 se la bautizó como "Corrientes". En 1936 dejó de ser una calle y pasó a ser una avenida. El 12 de octubre de ese año se terminó su ensanche, en el tramo comprendido entre Florida y 25 de Mayo.

Recordé que desde siempre transitar esa avenida era un tedio debido a la infinidad de lugares de acceso y salida de gente de forma permanente. De noche: teatros, cabarulos disfrazados de edificios viejos, cines, bares, etc. De día: restaurantes varios, locutorios, kioscos, bancos, ¡librerías!, dependencias oficiales, centros culturales y cabarulos disfrazados de edificios viejos. La gente allí siempre se movía con celeridad, por placer o por deber. Pero se movía.
Hoy por hoy el TURISMO siempre es una excusa para lo que sea. Un ejemplo: hay proyectos para limitar a la Guardia Urbana como ayuda para el turista ya que, según se comenta en un sector opositor de la Legislatura, "no se podía tapar más que no hacían nada", salvo tocarle el pito a transeúntes desprevenidos -interprétese a piacere-. El turismo pues ha servido como uno de los pilares para la ampliación de las veredas "correntinas".

Y aquí comenzaron los problemas, ya que voluntad siempre hay mucha, pero control muy poco. El carril de asfalto que se transformó en vereda, no amedrentó a los que estacionaban en cualquier momento y cualquier lugar. Por lo que la avenida (y la calle Uruguay también) no perdieron un solo carril automovilístico, perdieron dos.

¿Qué pudo pasar entonces?

Que los humanos tenemos una suerte de instinto territorial muy especial. No importa si se trata de una caverna, una casa, una silla de la oficina, un banco en una escuela o facultad, una taza o unos centímetros de arena en la playa. Es NUESTRO. Ese territorio es nuestro. Y basta con que una silla mejor que la nuestra esté libre para que nos pasemos de lugar. Pues bien, esto ocurrió con las nuevas baldosas. Aparecieron los neo-ocupas. Aparecieron las mesas para los adictos a la nicotina.

Pero desde que descubrieron que tenían dos metros más en Av. Corrientes, que vos, yo y tu mamá pagaron con impuestos, ahora son el "local" de estos armadores de trencitas, vendedores de fotos del Che Guevara, artesanos de pipas de cannabis y consumidores de bar en el nuevo "sector fumadores". Alfombras, lonas, sábanas, mesas, sillas.
Al demonio la placentera caminata que me hube imaginado. Sólo duró 2 meses.

ZIG ZAG. Supongo que "zig zag" debe venir del ruso y seguro significa: "te jodiste, hermano, esquivá todo, callate y seguí p'adelante". Zigzageando es como hay que caminar ahora por esta avenida. Nunca más para adelante. Esquivando mesas, esquivando piernas estiradas de algún fumador de alguna de estas mesas, esquivando sábanas y esquivando lonas.

Datos para no olvidar: la reforma tuvo un costo aproximado de 2.500.000 de pesos y la planificación de esto viene de cuando Fernando de la Rúaera nuestro jefe de Gobierno. Por su parte, en la "Asociación Amigos de la Calle Corrientes" tienen opiniones encontradas, ya que por un lado aseguran que el 80% de los comerciantes están a favor pero por otro no pueden negar la complicación para el tránsito vehicular.

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