miércoles, 22 de julio de 2015

Brevedad

La omisión del querer

Pensar tal vez que las querencias ya han sido desalojadas de nuestro diálogo... es mucho decir. Los modismos y las muletillas al hablar son instancias del lenguaje oral que se impregnan tanto como el olor a cigarrillo en nuestro pelo.

No son pocas las veces en que alguien nos remarca, quizá con algo de burla, que nuestras expresiones han tomado algunas palabras prestadas del discurso de otra persona. En este sentido, estragos está produciendo la imperialista expansión de la Nada. No, no me refiero a la Historia Sin Fín. Tampoco a Kevin Johansen. Sino a la insólita mundialización cultural del nadaísmo que lleva a toda persona que carece de la voluntad de usar conectores, pronombres, artículos, preposiciones y conjunciones, a sustituirlos por un invaluable comodín: nada. Ej.: "Y, nada... escribiendo... pensando sandeces... o sea... nada, bien".

Pero lo que me lleva a tirar unas letras sobre lo blanco, es la extraña omisión de la palabra querer. La caprichosa ambición de una palabra que, merced a su libre albedrío, decide llamarse a silencio. Estoy consternado. En una semana, ya escuché a varias personas formular oraciones como:

"Decir, por ejemplo, que las políticas del..."
"Organizar, con el correr del día..."
"Comentarles, que de lo que nos ocuparemos...".


No es por alarmar al noble lector de este blog, pero la lenta y disimulada llegada del apocalípsis ha comenzado. Y por la palabra y el concepto del "querer". ¿¿¡¡ Qué seguirá Dios Mío !!?? ¿¿¡¡Qué!!??

En la próxima edición del nadaísmo, incorporaremos algunos conceptos aportados por Gilles Lipovetsky.

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